Sobre frases sin verbos

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Lloro. Llorar siempre me ha acompañado. Mi vida claudica ante la soledad de mi existencia, no solo lo hacen mis rodillas tras el salto. A veces ando por andar y hasta siento el peso de mi sombra. Lentamente llegan letras a mi cabeza y van formando palabras sin orden y sin sentido.

– ¿Qué te viene a la cabeza? Me pregunta la niña poeta.

– Ya te lo conté, respondo.

– No importa, cuéntamelo de nuevo.

El Dios-del-planeta-llamado-Tierra se entretiene en hurgar con sus dedos en mi estómago. Retumba en mi cabeza cada pensamiento que arrastra cada latido calculado de mi corazón. Todo es cuestión de física. Todo se pierde entre los actos y los olvidos. Mi cabeza es una trinchera. Mi corazón, una vez, fondeadero.

Odio las frases sin verbos y casi siempre recurro a ellas. Palabras desordenadas, caos sobre el escenario y vuestro Dios recreándose. ¿O seré simplemente yo, buscando culpables?

Las calles huelen como antaño pero mis pasos son distintos. Lloro por madre. Padre nunca existió. Aparece ahora para cuidarla.

Me descalzo para sentir la temperatura del suelo y la gravedad de mi peso. Siempre de viaje. El océano no tiene memoria. Frases sin verbos. Respiro hondo, cierro los ojos y dejo de escribir.

Sobre la forma de llorar

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Desconozco la forma en la que he aterrizado en este asteroide, me duelen los tobillos del golpe. A lo lejos escucho el mar.

Es el momento adecuado para explorarlo. El aire es un tanto denso y de repente mi cuerpo claudica y me hace poner de rodillas. Todo se vuelve negro y comienzo a vomitar mientras que la mano de ese dios se introduce en mi abdomen y lo mueve como si fuesem hilos. No es la sensación de hambre que leí hace ya algunos años, es la tormenta que me alcanza.

Lloro, como lloró Hamsun cuando entendió su error, como llora un soldado en la intimidad de la noche lejos del calor, y aqui las noches, son largas.

Jacobo me mira desde la distancia. – vomitalo todo. Me grazna. Aqui no solo el aire es mas denso. La gravedad es mas pesada. Es como si el asteroide me quisiera retener en su regazo. Pero no es Isla Polar.

Me levanto con um esfuerzo titanico. El suelo es escarpado y cortante. La niña poeta me mira. ¿Aún no te he contado como se llama?. Pizarnik, este es su nombre. Probablemente acabe como ella,pienso para mis adentros. Curiosamente al levantarla la elevo con facilidad. Será que sólo existe en mi cabeza. Será que ya no sé cuántas noches llevo dormido, o sin dormir.

El mar se oye a los lejos. Pero un rumor me llega de la parte mas oriental de ese pequeño asteroide. Hacia allí dirijo mi andar.

Sobre cálculos y saltos

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Tres, dos, uno… Si no calculo mal, el salto que dé junto a la trayectoria que he trazado en mi cabeza me hará aterrizar en el meteorito que yo pensaba que era un trozo de mi Isla aunque si erro en el intento…

El fragmento esta cerca, al menos relativamente. Si trazo un ángulo de unos 45 grados y adquiero una velocidad de al menos 20 km/h en los metros finales debo adquier el impulso necesario para llegar a mi destino. Y si salto sin pensar, quizás también la alcance.

Cielo infinito/guía mi cuerpo ingrávido/mis pies pesados

Tres, dos, uno…

Sobre la forma de mirar

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Que curiosa forma tiene el tiempo de mansifestarse. A veces me paro y trato de comprender el ritmo de las gotas que caen en mis recuerdos.

A veces incluso me sorprendo del ritmo de mis propios pasos. El sonido de las piedras mientras la amontono me parece la mejor música para mis oidos. De esa clase de musica que cura el alma.

A lo lejos he oido olas y me he acordado del mar inuit. Ese mar pacífico. Ese mar que aquí no está.

Miro hacia los atardeceres eternos. Atardeceres por todas partes. Jacobo aprieta mi hombro. Abre los ojos, me susurra. La niña que fue poeta me tira de la mano. Recuerdo el polvo de hadas y recurdo aquel olvido. Soy consciente que no solo he permanecido inmovil, sino cegado. Atardece en mi cabeza y por ello atardecer en todas partes.

No es que no reconozca Isla Polar. Es que ésta no es mi Isla. A lo lejos oigo su mar. Jacobo aprieta mi hombro. – No vuelvas a olvidar mi nombre, me susurra al oido…

Sobre piedras

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Una a una, voy amontonado piedra tras piedra. Soy Sisifo en Isla Polar y si Camus me observase se reiría de mi y la absurdez de mi condición humana. Él perdió la visión del proceso. El fin de amontonarlas conlleva aproximarme al trozo se Isla que permanece alejada de mi, pero cada piedra que coloco es una pequeña victoria. Quizás no consiga hacer el puente que me una a ella y quizás mi Isla ya no sea la misma que se escapó por el horizonte hace años. Quizás no sea el mismo y sea mas consciente de las consecuencias de mis actos y los acepto con parte de ira, tristeza y frustración.

Muchos quizás me rodean mientas arrastro piedra a piedra en puente que existe en mi. La escultura ya estaba dentro de la piedra.

Sobre responsabilidades

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El cielo permanece ardiendo. Aún recuerdo aquella vez que observé arder la tarde por el retrovisor de mi antigua motocicleta. Una motocicleta barata que me hizo sentir feliz.

Mientras ando por la estática Isla pequeños fragmentos de rocas de agua golpean la superficie de mi Isla. – A veces hay que desandar el camino para volver a andarlo. Resuena continúamente en mi cabeza.

Se ha pasado la absurda idea por mi cabeza de amontonar piedras en el lado mas cercano al fragmento de Isla Polar que se encuentra paralelo a mi. Tengo cientos de ellos esparcidos por todas partes. Me pondré a ello e intentaré aplacar las ideas parásitas que se han hecho hueco en mis pensamientos.

Siempre cargo con la culpa de todo, pero no por ello implica que sea el único responsable de todo. Lo peor de todo es que desconozco si en el planeta-que-los-seres-con-bata-blanca llaman tierra alguien se pregunta sin motivo alguno cómo me encuentro.

Detrás de mí, el cielo arde

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Hoy he aprendido a andar. A veces hay que perder algo para volver a encontrarlo. Jacobo se ha posado en mi hombro. Lo sé porque aun recuerdo la forma que tenía de agarrar con sus garras mi piel. Incluso ha jugueteando con mi pelo, alborotandolo con su pico. Sabía que nunca debi olvidarme de él y olvidé hasta su nombre.

Su nombre, como si acaso él respondiese a la llamada de un ser-llamado-humano…

Isla es uk trozo de hielo roto, que se confunde con los fragmentos de rocas transneptuniano en el que me encuentro. La colision provocó su grieta y veo como la otra parte de Isla nos acompaña, tímidamente cerca de nosotros. Es justo la parte donde permanece el limonero.

Ahora me toca averiguar la forma de avercarme a ella y volver a unir el fragmento a Isla Polar y esta vez estamos solos la niña que fue poeta y yo.

Detrás de mi, el cielo arde.

Sobre soledades

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¿Cuanto tiempo llevo sobre este trozo de iceberg-que-un-dia decidió avanzar hasta el punto exacto donde perdió contacto con el mar?

Desde el planeta-llamado-Tierra a veces, me llegan rumores de Campanilla. No son rumores sobre ella, si no del mundo que nos rodeaba. El café me recordaba al otoño. El olor a limón me recuerda al inicio de Isla Polar.

A veces creo escuchar las alas de Jacobo sobre mi. La soga ya no aprieta, pero aun permanezco inmóvil.

De mi mano tira la suave mano de una niña perdida. – Despierta, me susurra. Oso Polar quizas esté mas viejo y Jacobo haya teñido de inviernos sus alas, pero permanecen cerca de ti.

Un temblor me hace perder la posición y me obliga a levantar un pie de forma automática. Si yo no me muevo, Isla se mueve por mi.

Cojo aire y suspiro. Mi iceberg me llama. Sólo, sin hadas ni campanitas, tengo que averiguar donde me encuentro y que ha pasado en mi Isla Polar.